Nos permite observar la radiación fósil del Big Bang, la gran explosión que dio origen al Universo
La radiación del fondo cósmico de microondas
Hace unos días, saltaba a las páginas de ciencia de los periódicos el desmentido de un importante descubrimiento, el de las ondas gravitacionales, unas alteraciones en el tejido espacio-tiempo que serían la señal de la fulminante expansión del Universo después del Big-Bang. El anuncio del hallazgo había sido hecho en 2014 por investigadores de Harvard, pero un nuevo estudio en el que ha participado la sonda Planck de la Agencia Espacial Europea (ESA) demostraba que los científicos habían confundido la esperada señal con el polvo galáctico.
Lo que rastrea Planck es precisamente el fondo cósmico de microondas (CMB, por sus siglas en inglés), que no es otra cosa que la radiación del Big Bang, la gran explosión que dio lugar al Universo hace 13.820 millones de años.
Ese fondo cósmico muestra el Cosmos cuando tenía 380.000 años de antigüedad, jovencísimo en términos astronómicos, antes de que nacieran las estrellas y galaxias, por lo que puede decirse que es un retrato del universo en pañales. Los físicos Arno Penzias y Robert Wilson descubrieron por casualidad esta radiación en 1964.
Planck ha podido comprobar cómo en el CMB se aprecian pequeñas fluctuaciones en la temperatura que se corresponden con regiones que presentaban una densidad ligeramente diferente en los primeros instantes del Universo: son las semillas de todas las estrellas y galaxias que vemos en la actualidad. Esas fluctuaciones crecieron de forma exponencial durante un breve período de expansión acelerada, concida como el período de inflación. Sin embargo, el último mapa a cielo completo de la luz más antigua del Universo revela que el Cosmos no presenta las mismas propiedades en todas direcciones.
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